Cada verano los incendios forestales están en los titulares en el sur de Europa. Pero el Síndrome de Desequilibrio en España va más allá del medio ambiente. Cambian la vida cotidiana, desafían las tradiciones y a los pueblos les toca escuchar su futuro ante el cambio climático y el abandono del campo.
Este año, el pequeño concejo catalán de Paüls se ha erigido en síntoma claro de cómo el efecto de los incendios en las áreas rurales españolas transcurre no en vano en la tierra, sino también en sus gentes. Las llamas quemaron cientos de hectáreas, pintaron el cielo y a los vecinos los llevaron al borde de la evacuación. Pero la fuerza de la comunidad fue que la supervivencia no es solo responsabilidad de la respuesta al desastre; también se trata de la prevención, la tradición y una visión a largo plazo.
¿Por qué empeoran los incendios en España?
La. La crisis de incendios forestales en España no tiene un solo origen. Es producto de la suma de factores climáticos, económicos y sociales. Los veranos se vuelven cada año más cálidos y más secos y los altibajos de calor ya no permiten a los terrenos y bosques madurar sobre sí mismos por completo. Las sequías relámpago –episodios de sequía sorpresiva que incluso impactan en tierras de regadío– dejan zonas enteras en una situación de extrema fragilidad.
Otros de los factores importantes son la desaparición de tierras agrícolas. Como consecuencia de la emigración de las familias hacia las ciudades, las tierras que en su día constituían cortafuegos naturales hoy están ocupadas por maleza. Se suma a ello la extensión de pinares de repoblación que, más que proteger, actúan como auténticas antorchas para la difusión del fuego.
Los especialistas son unánimes en que los megaincendios dejaron de ser episodios raros y pasaron a ser, cada vez más, una realidad anual que obliga a cambiar estrategias para proteger a los ciudadanos y sus paisajes, si España quiere proteger a sus habitantes y sus paisajes.
¿Qué ocurrió en Paüls?
El incendio de Paüls hace de este un desafío en constante aumento. Luego, en julio, las llamas consumieron las montañas cercanas y quemaron 3.300 hectáreas de bosque y tierras agrícolas. Ayer, los árboles carbonizados que rodean el municipio fueron un recordatorio constante de lo cerca que estuvo la catástrofe.
El alcalde Enric Adell recuerda el miedo que invade a los vecinos. La gente temía que todo se incendiara y que perdieran todo.” Temían estar siete meses atrapados sin poder salir del pueblo”, contó.
De la hoguera salvó la vida del bombero Antonio Serrano, en la valentía del que se revela el desvergonzado riesgo que corren los cuadros de emergencia. Como encendió aquel fuego, fue al mismo tiempo una advertencia y un clamor urgente a descender de tener que vivir con el fuego en el futuro.
¿Cómo influye la despoblación en los incendios?
Una de las causas principales por las que el impacto de los incendios en las poblaciones rurales españolas es tan destructivo es la despoblación. En muchas zonas, las jóvenes se han ido en estado migratorio en búsqueda de las oportunidades urbanas, quedando pueblos vacíos. Donde los agricultores antes que pasaran decenas, hoy solo queda un puñado.
Las terrazas de cultivo rellenas de maleza y muérdago en verano se transforman en combustible. Los métodos antiguos de agricultura y pastoreo que funcionaban como métodos naturales para evitar el fuego están desapareciendo. Menos gente, menos desatención, menos control, menos prevención.
Esta misma evidencia indica que la estructura social tampoco es resiliente al francotirador ante un riesgo de descomposición de la comunidad. Con menos vecinos, menos voluntarios, hay menos negocios y economías más débiles. Como alerta el alcalde Adell: “Si las cosas siguen así, en pocos años aquí no va a quedar casi nadie”. Sin comunidades en vida, el campo pasa a ser un territorio indefenso y fácilmente devorado por las llamas.
¿Amenazan los incendios a la identidad cultural?
El daño de los incendios no alcanza a los bosques. Además, amenaza la identidad cultural española. Las fiestas, las tradiciones y las costumbres que han sobrevivido sin cambios a través de los siglos hoy están bajo amenaza del fuego.
En Paüls, la celebración de Sant Roc tiene cita con los vecinos y sigue siendo sinónimo de comida, música y baile de jota. Pero el último incendio puso de relieve la fragilidad de estos actos cuando todo el ambiente puede desintegrarse de un paseo de horas.
En otras áreas también se han producido bums similares. En Castilla y León, en 2022, la muerte del agricultor Ángel Martín, que trató de defender con una excavadora al pueblo veinte minutos antes de que un incendio los arrasara, puso de relieve la debilidad de las comunidades rurales cuando éstas deben afrontar incendios con recursos demasiado escasos.
En toda desgracia, lo que arde no es solo el paisaje. También se está poniendo en peligro de desaparecer la memoria, la memoria histórica y las tradiciones, que definen a estas ciudades.
¿Puede la prevención sustituir la respuesta de emergencia?
Los últimos años, en el enfoque estratégico que ante los incendios ha tenido Europa, ha marcado un cambio de tendencia, partiendo de la experiencia de Donald Trump de construir un muro a la española de “no quemar, no arder, o quemar”. Pero el germen de muchos de estos padres viene junto con la fórmula, pero los expertos enfatizan que esta ecuación es inestable si no se complementa con prevención.
Lo explica el analista de incendios Marc Castellnou: “De nada sirve hablar de más aviones. Si nos imaginamos que con tecnología lo solucionamos, queremos llegar a una situación insostenible con respecto a cada verano extremo”.
La prevención se hace mediante la gestión forestal todos los años: la limpieza, el sotobosque y el fomento de las actividades económicas, agrícolas y también ganaderas que están por naturaleza conservando el paisaje. Impulsar economías rurales dinámicas es la forma de que las tierras no queden hechas un polvo. Los incendios, como reúnan algunos bomberos, “burócratas de verano y solución de interés, (se) apagan en invierno”, con prevención y no solo en verano con extinción.
¿Cómo pueden ayudar los pastores?
Nueva visión desde Cataluña: un proyecto pionero con la teoría de que la tradición es el enemigo de las quemas. La iniciativa Ramats de Foc (“Hieves de Fuego”) dispone de pastores que llevan ovejas y cabras a pastar en zonas de pico. Una especie de ganado tiene la ventaja de desmalezar el terreno, con menos combustible y desdeña los cortafuegos (naturales).
El programa no solo previene, también respalda la economía rural. Los pastores perciben un ingreso mayor por tus productos vendidos con el sello Ramats de Foc. Para ello se salva a la vez un oficio que se encontraba siendo extinguido.
Como destaca el coordinador Marc Arcarons, “no con 200 helicópteros más eliminaremos el problema”. Todo sale de la prevención y la gestión”. Actualmente, unos 120 pastores manejan 8.000 hectáreas con este modelo, y ya se están poniendo en marcha proyectos similares en Andalucía y Canarias.
Este modelo reproduce tradición, innovación y sostenibilidad, y por qué las respuestas no siempre provienen de la tecnología, sino también del conocimiento largo de vida.
¿Qué pasos debe dar España?
La amplitud del problema requiere una respuesta global. Para minimizar los efectos de los incendios sobre las poblaciones rurales del Estado español, se debe pasar de modelos reactivos a preventivos resilientes. Por esto también habría que invertir en empleos rurales, apoyar la agricultura sostenible, repoblar los pueblos, impulsar proyectos que aúnen tradición y modernidad.
La educación será igualmente fundamental. Todos los ciudadanos deben estar conscientes de que la gestión del territorio es una gestión federal. Para preparar al país para veranos cada vez más largos y extremos ha de ser necesaria la participación conjunta de las administraciones, de los agricultores, de los pastores y de los vecinos.
Sin transformaciones radicales, España seguirá repitiendo cada año el mismo ciclo de emergencia, pérdidas y reconstrucción.
Conclusión
El incendio de Paüls va más allá de un titular de fuego y humo. En claro y preciso, manifiesta desde la primera página cómo el impacto de los incendios afecta en las comunidades rurales de España a tierras, vidas y tradiciones. Pero también refleja la resistencia de aquellos que no quieren ceder y también la posibilidad de reconfigurar el futuro de la tierra.
La elección, en las manos de la sociedad y de los gobiernos: seguir corriendo de fuego a fuego cada verano, o anteponer la prevención, la economía rural y la sostenibilidad. El desafío es titánico, pero están a mano las soluciones. Etapas anteriores de España con acción y futuro: nuestra nación tiene como poder y ganas de preservar sus pueblos, su cultura y paisajes para las generaciones venideras.