La crisis de incendios forestales en Europa ha alcanzado una escala sin precedentes en 2025. Más de un millón de hectáreas de tierra han sido arrasadas en la Unión Europea, lo que convierte a este año en la temporada de incendios más destructiva desde que comenzaron los registros hace casi dos décadas. España y Portugal han sido los países más afectados, con comunidades, ecosistemas y paisajes enteros devastados.
Lo que diferencia a esta crisis de temporadas anteriores no es solo la magnitud de la destrucción, sino también la velocidad, la intensidad y las amplias consecuencias. Desde la liberación de cantidades récord de dióxido de carbono hasta el impacto en el turismo y la economía rural, estos incendios están transformando la forma en que Europa debe pensar sobre la tierra, el clima y la resiliencia.
¿Por qué 2025 es el peor año de la crisis de incendios forestales en Europa?
Europa ha experimentado temporadas difíciles de incendios antes, pero 2025 las ha superado todas. Los incendios han consumido un área equivalente a la mitad del tamaño de Gales, lo que marca el total más alto desde que la UE comenzó a registrar datos en 2006. España y Portugal representan más de dos tercios del territorio quemado, con más de 684,000 hectáreas perdidas solo en la Península Ibérica.
Lo más alarmante es la rapidez con que ocurrieron estos eventos. Gran parte de la devastación se produjo en apenas dos semanas, dejando a los bomberos y servicios de emergencia sin capacidad para seguir el ritmo de las llamas. Comunidades rurales y forestales enfrentaron evacuaciones repentinas, mientras que otras tuvieron que soportar el humo que se desplazaba cientos de kilómetros.
¿Qué tan afectados están España y Portugal?
España ha soportado la mayor parte de la destrucción este año. Más de 400,000 hectáreas ya han ardido, una cifra seis veces superior al promedio nacional para este periodo. Portugal ha perdido alrededor de 270,000 hectáreas, casi cinco veces más que su promedio histórico. Juntas, estas pérdidas representan un área cuatro veces mayor que la de Londres.
El norte de Portugal y las regiones noroccidentales de España —Galicia, Asturias y Castilla y León— han sido las más afectadas. Estas zonas son conocidas por sus ricos bosques, sus hitos culturales y sus reservas naturales. Las llamas no han perdonado áreas protegidas como el Parque Nacional Picos de Europa, hogar de una biodiversidad única. Incluso las rutas de peregrinación del Camino de Santiago —recorridas por más de 100,000 visitantes cada verano— han sido dañadas, con consecuencias culturales, espirituales y económicas.
¿Cómo impulsa el cambio climático la crisis de incendios forestales en Europa?
Los científicos son claros: el cambio climático amplifica la crisis de incendios forestales en Europa. Veranos más calurosos, sequías prolongadas y patrones meteorológicos alterados crean condiciones en las que los incendios se encienden con facilidad y se expanden con velocidad sin precedentes.
Los bosques debilitados por la sequía se convierten en combustible seco, y la vegetación árida alimenta el fuego. Una vez iniciado, el calor extremo y los vientos intensos lo avivan aún más. Por eso, incendios que antes tardaban días en propagarse ahora consumen valles enteros en cuestión de horas.
Un científico de incendios explicó que, con 1,3 °C de calentamiento desde la era preindustrial, el comportamiento extremo de los fuegos está llevando a los bomberos al límite. Otro experto en clima advirtió que la falta de acción frente a los combustibles fósiles hace que estos incendios sean hoy mortales para ecosistemas y personas.
¿Cuánto CO₂ han liberado los incendios?
Los incendios no solo destruyen paisajes, también liberan enormes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera. Solo en España, los incendios de este año han emitido 17,68 millones de toneladas de CO₂, el nivel más alto registrado desde que comenzaron las mediciones satelitales en 2003.
En comparación, estas emisiones superan la producción anual total de CO₂ de Croacia en 2023. Esto refleja el ciclo peligroso que define la crisis de incendios forestales en Europa: el calentamiento impulsa incendios más severos, y los incendios liberan más gases de efecto invernadero, lo que intensifica aún más el calentamiento.
¿Qué papel juega la despoblación rural?
Aunque el cambio climático es el factor principal, otro elemento agrava la vulnerabilidad del sur de Europa: la despoblación rural. En España y Portugal, muchos jóvenes se trasladan a las ciudades en busca de empleo, dejando campos y pastizales abandonados. Con el tiempo, esas tierras se cubren de matorrales secos que se convierten en combustible para los incendios.
Sin cortafuegos naturales, las llamas se propagan rápidamente. Al mismo tiempo, los pueblos que permanecen suelen estar habitados por personas mayores que tienen más dificultades para responder a emergencias. Este doble fenómeno —despoblación y abandono de tierras— ha intensificado la severidad de la temporada de incendios.
¿Cómo están afrontando los ecosistemas esta crisis?
El fuego siempre ha formado parte de los ecosistemas mediterráneos, y muchas especies se han adaptado a él. La liebre ibérica, por ejemplo, prospera en paisajes despejados tras los incendios, y los alcornoques pueden recolonizar con rapidez las áreas quemadas.
Sin embargo, la actual crisis de incendios forestales en Europa es distinta. Los incendios son más grandes, más intensos y más frecuentes. Los bosques no tienen tiempo suficiente para regenerarse entre eventos, lo que provoca una degradación prolongada. La capacidad natural de almacenamiento de carbono en plantas y suelos se ve interrumpida, reduciendo las posibilidades de recuperación.
Los científicos advierten que los riesgos incluyen erosión acelerada del suelo, pérdida de biodiversidad y contaminación de aguas, ya que las cenizas arrastradas por la lluvia llegan a ríos y embalses.
¿Qué enfrentan los bomberos en primera línea?
Este año se ha producido el mayor despliegue de la fuerza de protección civil de la UE en la historia. Equipos de distintos países se han unido para contener las llamas en España y Portugal, pero muchos reconocen que se enfrentan a condiciones que superan su preparación.
Incendios que antes avanzaban lentamente ahora amenazan comunidades enteras en pocas horas. Los bomberos están siendo llevados al límite físico y emocional. Además, el humo ha viajado más allá de la península ibérica, deteriorando la calidad del aire en Francia e incluso en el Reino Unido.
¿Qué se puede hacer para prevenir futuros desastres?
Los expertos coinciden en que no basta con combatir incendios; la prevención debe ser prioritaria. La gestión de la vegetación seca, la restauración de cortafuegos y la recuperación de prácticas agrícolas sostenibles son medidas urgentes. Revitalizar las áreas rurales y mantener las tierras activas reduciría considerablemente el riesgo.
La tecnología también puede marcar la diferencia. Drones, satélites y sensores avanzados permiten detectar incendios de forma temprana. Al mismo tiempo, la educación comunitaria y los planes de evacuación fortalecen la capacidad de respuesta en zonas de alto riesgo.
No obstante, la acción más importante es abordar la raíz del problema: la crisis climática. Sin reducciones rápidas en el uso de combustibles fósiles, las condiciones que impulsan la crisis de incendios forestales en Europa se volverán cada vez más graves.
¿Puede Europa adaptarse a un futuro con más incendios?
La crisis de incendios forestales en Europa en 2025 no es solo un desastre ambiental; está transformando la vida, la cultura y la economía del sur del continente. Desde las rutas del Camino de Santiago hasta las tierras agrícolas y las reservas naturales, los incendios están borrando paisajes que representan patrimonio e identidad.
La adaptación es posible mediante una gestión más inteligente de la tierra, mejores estrategias de extinción y cooperación internacional. Sin embargo, los científicos subrayan que sin una acción climática decisiva, Europa enfrentará veranos cada vez más calurosos, secos y destructivos.
Conclusión
La crisis de incendios forestales en Europa es una advertencia clara de que los incendios ya no son fenómenos aislados. Se han convertido en emergencias continentales que destruyen comunidades, dañan ecosistemas y aceleran la crisis climática.
La respuesta de Europa debe ser decidida y orientada a la acción: prevención mediante la gestión de la vegetación, revitalización de las zonas rurales, inversión en detección temprana y, sobre todo, un compromiso firme de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Solo así podrá evitarse que temporadas de incendios récord se conviertan en la nueva normalidad.