¿Puede sobrevivir la OMC a la guerra comercial global?

por Jacobs

En una era anteriormente marcada por la cooperación multilateral y mercados cada vez más abiertos, el sistema de comercio internacional está atravesando una transformación profunda. La guerra comercial global, iniciada por los agresivos aranceles aplicados durante el mandato de Donald Trump, ha generado una interrupción significativa en el funcionamiento de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Esta entidad, creada para asegurar el libre comercio justo entre naciones, hoy enfrenta cuestionamientos sobre su relevancia, eficacia y autoridad frente a un mundo cada vez más proteccionista.

Ya no se trata de una hipótesis: la pregunta es si la OMC tiene la capacidad de sobrevivir a esta guerra comercial global o si quedará marginada por un nuevo orden internacional dominado por acuerdos bilaterales y medidas unilaterales.

El papel actual de la OMC en el comercio internacional

La Organización Mundial del Comercio fue establecida en 1995 como sucesora del GATT, con el objetivo de reducir barreras comerciales, garantizar la equidad y ofrecer un mecanismo transparente y neutral para resolver disputas. Con 166 países miembros, su estructura basada en el consenso buscaba dar voz tanto a economías desarrolladas como en desarrollo.

Durante sus primeras décadas, la OMC desempeñó un papel central en la expansión del comercio global, facilitando acuerdos, reduciendo aranceles y resolviendo cientos de controversias comerciales. Sin embargo, el entorno actual, caracterizado por tensiones geopolíticas, nacionalismo económico y creciente desigualdad, ha debilitado gravemente su influencia. La irrupción de la guerra comercial global ha acelerado este proceso.

El impacto de los aranceles de Trump en el sistema multilateral

El punto de inflexión llegó en 2025, cuando el expresidente Donald Trump reimpuso un arancel del 10% sobre todas las importaciones hacia Estados Unidos y adoptó medidas recíprocas contra países con grandes superávits comerciales. Esta acción unilateral, presentada como una estrategia para proteger la industria nacional, provocó una respuesta en cadena: afectó cadenas de suministro globales, desestabilizó mercados y tensó relaciones diplomáticas.

Mientras la administración Trump sostenía que los aranceles corregían desequilibrios históricos, muchos analistas y gobiernos los interpretaron como una violación directa de las reglas de la OMC. La incapacidad del organismo para frenar o revertir estas medidas cuestionó profundamente su legitimidad. Así, la guerra comercial global se convirtió en un fenómeno que no solo cambió políticas, sino que también alteró la arquitectura institucional del comercio mundial.

Reclamos desde los países en desarrollo

Las naciones en desarrollo llevan años señalando que las normas de la OMC benefician desproporcionadamente a las potencias industriales. Consideran que existen barreras estructurales que les impiden proteger sus sectores estratégicos, fomentar la industrialización o garantizar acceso equitativo a mercados internacionales.

Por ejemplo, los subsidios agrícolas que otorgan países desarrollados distorsionan los precios globales y afectan gravemente a los agricultores de África, Asia y América Latina. Además, las reglas sobre propiedad intelectual dificultan el acceso a medicamentos y tecnologías esenciales, y los límites a las ayudas estatales restringen la capacidad de los gobiernos para apoyar industrias incipientes.

Estos reclamos no son nuevos, pero en el contexto de la guerra comercial global, han adquirido mayor urgencia. Los países en desarrollo demandan una reforma profunda de la OMC que permita reglas más flexibles, inclusivas y adaptadas a sus realidades económicas.

La parálisis del sistema de resolución de disputas

Uno de los pilares que daba legitimidad a la OMC era su mecanismo de resolución de disputas, en especial el Órgano de Apelación. Este mecanismo resolvía desacuerdos comerciales entre países mediante fallos vinculantes. Sin embargo, desde 2019, Estados Unidos ha bloqueado el nombramiento de nuevos jueces, dejando inoperativo el sistema.

Esta situación ha generado una acumulación de casos sin resolver y ha debilitado gravemente la capacidad del organismo para imponer consecuencias ante violaciones de normas. En la práctica, países poderosos han empezado a ignorar las decisiones de la OMC o directamente a actuar al margen del sistema.

Esta parálisis ha facilitado la continuación de medidas proteccionistas sin sanción alguna, alimentando aún más la guerra comercial global y erosionando la confianza en el multilateralismo.

El libre comercio bajo escrutinio

Durante décadas, el libre comercio fue promovido como la vía más eficiente hacia el crecimiento económico, la competitividad y el bienestar global. Si bien generó beneficios significativos, estos no se distribuyeron equitativamente. En muchos países desarrollados, sectores industriales enteros se contrajeron, se perdieron empleos y aumentó la desigualdad. Esto provocó un creciente escepticismo hacia los acuerdos comerciales y una reacción política marcada por el nacionalismo económico.

En el mundo en desarrollo, las restricciones impuestas por la OMC impidieron muchas veces replicar las políticas que, en el pasado, impulsaron el crecimiento de economías hoy industrializadas. Esta contradicción alimentó el surgimiento de liderazgos populistas que promueven medidas unilaterales como defensa de la soberanía económica.

La guerra comercial global no solo expone estas contradicciones, sino que también pone en evidencia la necesidad de redefinir las reglas del juego para que el comercio vuelva a ser una herramienta de desarrollo compartido.

Reformas urgentes para la supervivencia de la OMC

Para recuperar su relevancia y autoridad, la OMC necesita reformas estructurales que respondan a las demandas del siglo XXI. En primer lugar, debe restablecer de forma urgente su sistema de resolución de disputas, garantizando un mecanismo de apelación funcional, imparcial y operativo. Sin este pilar, cualquier intento de aplicar normas comunes queda vacío de contenido.

Asimismo, es fundamental revisar las reglas que limitan el uso de subsidios, redefinir las normas sobre propiedad intelectual y garantizar que los países en desarrollo tengan espacio para diseñar políticas industriales activas. Estas medidas permitirían reducir las desigualdades y fortalecer la confianza de estos países en el sistema multilateral.

Por último, la OMC debe modernizar su marco normativo para incluir cuestiones clave del mundo actual, como el comercio digital, la sostenibilidad ambiental y la salud pública. Solo así podrá posicionarse nuevamente como una institución central para el futuro del comercio internacional.

¿Qué sucederá si fracasa la OMC?

El colapso o irrelevancia de la OMC podría desencadenar un escenario de fragmentación, con múltiples acuerdos bilaterales, conflictos sin resolver y aumento de tensiones económicas y políticas. En un mundo sin normas comunes, las prácticas coercitivas y proteccionistas podrían multiplicarse, generando incertidumbre, inflación y estancamiento.

La intensificación de la guerra comercial global en ausencia de un árbitro legítimo aumentaría la inestabilidad, dificultaría la inversión y perjudicaría especialmente a los países más vulnerables.

Más allá del comercio, la desaparición de la OMC supondría un retroceso en los esfuerzos por construir una gobernanza internacional basada en la cooperación, la legalidad y la equidad.

Conclusión: un momento decisivo para el comercio global

La OMC se encuentra en una encrucijada histórica. Para sobrevivir, debe afrontar reformas valientes, adaptarse a los desafíos contemporáneos y recuperar su credibilidad como garante de un comercio justo. La llegada de la guerra comercial global, impulsada por los aranceles de Trump, no hizo más que poner al descubierto las debilidades de un sistema que requiere modernización urgente.

Este es un momento clave. Con voluntad política, compromiso multilateral y liderazgo estratégico, la OMC aún puede recuperar su papel como pilar central del comercio global. El futuro del sistema depende de las decisiones que se tomen hoy.

Como afirmó un funcionario de comercio durante el aniversario número 30 de la OMC: “Un futuro brillante espera al comercio mundial, y también a la OMC—si hacemos lo correcto”

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